De Nicodemo a Nueva Creación: El Terreno Más Peligroso de Todos

Después de tres semanas explorando terrenos problemáticos del corazón, llegamos a un cuarto tipo que no aparece explícitamente en la parábola del sembrador, pero que Jesús expone magistralmente en Juan 3: el terreno religioso.

Imagina por un momento: eres un líder respetado entre los fariseos. Probablemente conoces la Torah de memoria. La gente viene a ti buscando respuestas espirituales. Tienes posición, conocimiento y respeto. Pero algo falta. Algo tan profundo que te lleva a buscar a un rabino controversial... de noche.

Esa es la historia de Nicodemo, y quizás sea tu historia también.

En nuestra cultura de redes sociales, entendemos perfectamente lo que significa vivir con filtros. Como mencioné el domingo: "Muchos en Instagram tienen que bajarle a los filtros porque no los conocemos en persona."

Pero Nicodemo nos muestra que este problema es antiguo. Es la tensión entre el terreno que mostramos versus el terreno que realmente somos. Es el "estoy bien" cuando estamos quebrantados. Es la máscara del día contra la realidad de la noche.

Aquí está la verdad incómoda: puedes saber todo sobre Dios sin conocer a Dios. Puedes memorizar toda la Biblia, asistir a cada servicio, conocer toda la teología, liderar en la iglesia, y aún así tener un terreno que parece fértil pero no produce vida.

¿Cómo sabes si eres como Nicodemo? Te doy cuatro señales claras:

Primero, tu paz depende de las circunstancias. Eres un yoyo espiritual - arriba cuando todo va bien, abajo cuando hay problemas.

Segundo, tu identidad es situacional. Te sientes "bendecido" en la abundancia y "castigado" en la escasez.

Tercero, produces fruto temporal. Tienes éxito según el mundo, pero no fruto eterno.

Cuarto, la religiosidad reemplazó la relación. Sabes todo sobre Jesús pero no conoces a Jesús.

Jesús no nos invita a ser visitantes recurrentes. Nos invita a permanecer. La diferencia es radical.

Los visitantes recurrentes orientan su vida alrededor de sus propios planes, echan raíces en trabajo, relaciones, fama o religiosidad, y viven el evangelio de las apariencias.

En contraste, los que permanecen orientan su vida alrededor de estar con Jesús, echan raíces profundas solo en Él, y viven el evangelio de la presencia.

Cuando Jesús le dice a Nicodemo "debes nacer de nuevo", no está hablando de mejoramiento personal. No está sugiriendo un curso de superación espiritual.

Está hablando de muerte y resurrección. De cambiar terreno contaminado por terreno comprado con sangre. De dejar de pulir lo viejo para recibir lo nuevo.

Y aquí viene la parte que me quebrantó el domingo: Dios no mira nuestro terreno destruido y dice "¡Qué desastre! ¡Qué decepción! ¡Qué fracaso!"

No. Dios mira nuestro terreno envenenado y dice: "Perfecto. Ahora puedo darte uno nuevo."

Esta verdad cambia todo. Mientras nosotros vemos fracaso irreparable, Dios ve oportunidad perfecta. Mientras intentamos desesperadamente mejorar lo que está podrido en la raíz, Él espera pacientemente que nos rindamos para poder darnos algo completamente nuevo.

"Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna."

Nota las palabras cuidadosamente. No dice vida mejorada. Dice vida ETERNA. No dice mejor versión de ti. Dice NUEVA creación. No dice raíces más profundas. Dice raíces ETERNAS.

El costo de tu terreno nuevo no es tu esfuerzo religioso. No es tu conocimiento bíblico. No es tu servicio en la iglesia. El costo fue la sangre de Jesús, y ese precio ya está completamente pagado.

Nicodemo eventualmente salió de las sombras. La tradición nos dice que cuando crucificaron a Jesús, ahí estaba Nicodemo con José de Arimatea, reclamando públicamente el cuerpo de su Maestro.
Ya no más de noche. Ya no más con vergüenza. Ya no más con máscaras.

La pregunta penetrante es: ¿Y tú? ¿Seguirás tratando de mejorar tu terreno viejo con más religión, más conocimiento, más esfuerzo? ¿O recibirás el nuevo que Jesús compró?

Si hoy reconoces que necesitas nacer de nuevo, si admites que has estado puliendo terreno tóxico en lugar de recibir terreno nuevo, hay esperanza. La misma gracia que transformó a un fariseo nocturno en un discípulo valiente está disponible para ti.

No necesitas mejorar para venir a Jesús. Vienes a Jesús para ser hecho nuevo. No es un programa de mejoramiento. Es una resurrección.
La transformación es real. Los bautismos del domingo lo demostraron.

Cada persona que salió de esas aguas testificó la misma verdad: no mejoraron su terreno viejo, recibieron uno completamente nuevo.

Tu nueva tierra te espera. La pregunta es: ¿estás listo para dejar de mejorar y empezar a recibir?

Con amor pastoral,
Eliud Morales