Conociendo a nuestro Ayudador: El Espíritu Santo como Persona Divina

Mensaje predicado por: Nicole Lopez

En esta mañana, mientras me preparaba para escribir estas reflexiones, me encontré orando como lo hago habitualmente: "Espíritu Santo, guíame en lo que debo compartir hoy." Y me detuve a pensar: ¿Con quién estoy hablando realmente? ¿Me estoy dirigiendo a una fuerza impersonal, a un poder divino abstracto, o a Alguien que puede escucharme y responderme?

Esta reflexión me llevó a recordar el mensaje reciente de nuestra serie "Caminando en el Espíritu", titulado "Conociendo a nuestro Ayudador". Es fascinante observar cómo muchos de nosotros hemos crecido en la fe relacionándonos con Dios Padre y con Jesús como personas reales, pero cuando se trata del Espíritu Santo, nuestra percepción puede volverse nebulosa e imprecisa.

¿Fuerza o Persona?

Durante años de ministerio pastoral, he escuchado a hermanos referirse al Espíritu Santo como "algo" más que como "alguien". Hablan de "recibir más del Espíritu" o de "experimentar el poder", pero rara vez de "conocer al Espíritu Santo" o "hablar con Él". Esta distinción no es meramente semántica; tiene profundas implicaciones para nuestra vida espiritual.

Como compartimos en nuestro reciente mensaje, el Diccionario Bíblico define al Espíritu Santo como "la misteriosa tercera persona de la Trinidad a través de quien Dios actúa, revela su poder, da poder a los individuos y muestra su presencia". Observen que la definición comienza con "persona", no con "fuerza" o "energía".

Jesús mismo se refirió al Espíritu Santo usando pronombres personales: "Él les dará testimonio de mí", "Él les guiará a toda verdad". No dijo "eso les guiará" o "aquello les mostrará". Cristo presentó al Espíritu como alguien con quien podemos relacionarnos personalmente.

Un Dios que piensa, siente y decide

Las Escrituras revelan que el Espíritu Santo posee todos los atributos de una persona. Tiene inteligencia: "Su Espíritu investiga todo y nos muestra incluso los secretos más profundos de Dios" (1 Corintios 2:10). Observen la palabra "investiga" – no es una acción automática, sino deliberada e intencional.

El Espíritu también experimenta emociones. Pablo nos advierte: "No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven" (Efesios 4:30). Un poder impersonal no puede entristecerse; solo una persona puede experimentar dolor emocional. Nuestras palabras, acciones y actitudes afectan al Espíritu Santo – Él responde emocionalmente a nuestras vidas.

Además, el Espíritu Santo tiene voluntad propia. Hablando sobre los dones espirituales, Pablo afirma: "Es el mismo y único Espíritu quien distribuye esos dones. Solo él decide qué don cada uno debe tener" (1 Corintios 12:11). El Espíritu toma decisiones según Su sabiduría divina; no es una fuerza que podamos manipular.

La invitación que lo cambia todo

Lo que transformó completamente el encuentro en el camino a Emaús fue una simple pero poderosa invitación: "Quédate con nosotros". Cuando los discípulos vieron que Jesús parecía querer seguir adelante, lo invitaron a quedarse. Este es un principio espiritual hermoso: Jesús respeta nuestra libertad y espera nuestra iniciativa.

A veces me pregunto cuántas bendiciones, revelaciones y momentos de intimidad hemos perdido porque no hemos hecho esa sencilla invitación: "Quédate conmigo, Señor".

No fue hasta que Jesús entró, se sentó a la mesa, tomó el pan y lo bendijo que "se les abrieron los ojos y lo reconocieron". A veces necesitamos ese momento de comunión, ese espacio de intimidad, para que nuestros ojos espirituales sean abiertos.

Mi testimonio...

Permitidme compartir algo personal. Durante mucho tiempo, mi relación con el Espíritu Santo era principalmente funcional – lo veía como el poder de Dios que me ayudaba a predicar, a tomar decisiones o a resistir tentaciones. Si bien esto no es incorrecto, es incompleto.

Todo cambió cuando comencé a practicar conscientemente la presencia del Espíritu Santo como Persona. Empecé a hablarle directamente durante el día: "Espíritu Santo, ¿qué piensas de esta situación?", "¿Qué estás tratando de enseñarme aquí?", "¿Cómo puedo glorificarte hoy?".

La transformación fue profunda. Mi vida devocional pasó de ser un monólogo a un diálogo. Empecé a experimentar Su presencia no solo en momentos de adoración colectiva sino en la cotidianidad – mientras conducía al trabajo, durante una reunión difícil, o al enfrentar decisiones importantes. El Espíritu dejó de ser un "poder a utilizar" y se convirtió en un "Amigo con quien vivir".

No "más de Él" sino "más de mí para Él"

Este cambio de perspectiva tiene implicaciones prácticas. Cuando vemos al Espíritu Santo como una fuerza impersonal, tendemos a preguntarnos: "¿Cómo puedo tener más del Espíritu Santo?" Pero cuando lo reconocemos como Persona, la pregunta cambia: "¿Cómo puede el Espíritu Santo tener más de mí?"

Esto nos lleva a una entrega más profunda. Ya no se trata de buscar experiencias espirituales intensas, sino de ceder cada área de nuestra vida a Su influencia y dirección. No intentamos poseer al Espíritu; permitimos que Él nos posea a nosotros.

El Espíritu Santo no es un recurso que utilizamos cuando lo necesitamos. Es Dios mismo viviendo en nosotros, deseando transformarnos a la imagen de Cristo en cada aspecto de nuestro ser.

El templo viviente

Una de las verdades más asombrosas de nuestra fe es que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20). Esto no es una metáfora poética; es una realidad literal. El Dios que creó las galaxias, que separó los mares, que resucitó a Cristo de entre los muertos – ese mismo Dios ha elegido hacer Su morada permanente en nosotros.

En nuestro mensaje, compartí una reflexión que tocó profundamente a muchos: "Quienes caminan en el Espíritu no necesitan llegar a un lugar sagrado para actuar con reverencia, porque saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo".
Imaginemos por un momento que llegáramos a nuestro templo y encontráramos personas cometiendo actos inmorales o idólatras en el altar. Nos escandalizaríamos, ¿verdad? Consideramos este espacio como sagrado, un lugar donde debemos comportarnos con reverencia.

Sin embargo, Pablo afirma que nuestro cuerpo es igualmente sagrado – un templo donde habita el Espíritu Santo. Esta verdad debería transformar radicalmente nuestra forma de vivir, hablar y pensar, no solo cuando estamos en la iglesia, sino en cada momento y lugar.

Herramientas para relacionarnos personalmente con el Espíritu Santo

En nuestro mensaje, compartimos cinco herramientas esenciales para conocer y relacionarnos con el Espíritu Santo:

  1. El Espíritu Santo es una Persona: Debemos relacionarnos con Él de manera personal, hablándole, escuchándole y honrándole como lo haríamos con cualquier persona que amamos.
  2. El Espíritu Santo es Dios: Merece nuestra adoración y reverencia. Honremos Su presencia en nuestras vidas viviendo en santidad.
  3. El Espíritu Santo nos revela la voluntad de Dios: Busquemos Su guía diariamente, permitiéndole iluminar la verdad en nuestros corazones.
  4. El Espíritu Santo es el poder de Dios en nosotros: Dependamos de Su capacitación para vencer el pecado y ser testigos efectivos.
  5. El Espíritu Santo es Dios viviendo en nosotros: Practiquemos conscientemente Su presencia, reconociendo que nunca estamos solos.

Una invitación a la in timidad

Amados hermanos, les extiendo hoy una invitación: conozcamos al Espíritu Santo no solo como un tema teológico, sino como una Persona divina que desea comunión íntima con nosotros.

Comienza cada mañana reconociendo Su presencia: "Buenos días, Espíritu Santo. Gracias por estar conmigo hoy". Consulta con Él antes de tomar decisiones: "Espíritu Santo, ¿qué dirección debo tomar?". Pídele que te muestre las áreas de tu vida que necesitan transformación: "Espíritu Santo, revela lo que está oculto en mi corazón".
Como confesé en el mensaje, yo también me enfrento a diario con presiones y distracciones. Mi trabajo requiere muchas decisiones y planificación constante. He encontrado que la única manera de no perderme en el torbellino de la vida es practicar conscientemente la presencia del Espíritu cada mañana. Mi oración no puede ser silenciosa; necesito expresarla en voz alta, en un espacio de gratitud y adoración.
El pensamiento central que deseo dejarles hoy es este: El Espíritu Santo no es un poder divino impersonal que podemos manipular, sino una Persona divina con quien podemos relacionarnos. Esta simple verdad, cuando la interiorizamos, tiene el potencial de revolucionar nuestra vida cristiana.

Que podamos decir como Charles Wesley, después de experimentar la libertad que trae el Espíritu: "Mi corazón quedó libre. Se levantó, salió y le siguió".
Caminemos juntos en el Espíritu, no como quienes utilizan una fuerza, sino como quienes cultivan una amistad con el Dios que ha elegido habitar en nosotros.
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Eliud Morales