Caminando con Jesús: Cuando no reconocemos Su presencia

Mensaje por: Benjamín Padilla
Hace unos días, mientras caminaba en la pista del Colegio de Mayagüez, me encontré reflexionando sobre el mensaje que nuestro hermano Benjamín Padilla compartió con nosotros. Ese paseo en la pista, observando a las personas que venían y se iban, algunas saludando y otras totalmente envueltas en sus pensamientos, me recordó vívidamente la historia que él nos narró del camino a Emaús.
El camino que todos recorremos
Todos tenemos nuestro propio "camino a Emaús". Es ese peregrinaje diario donde experimentamos alegrías, tristezas, incertidumbres y momentos de profunda soledad. Como compartió Benjamín, en ese caminar a veces existen momentos de silencio absoluto donde solo escuchamos nuestros propios pasos, el sonido del entorno, y nos desconectamos momentáneamente de todo lo demás.
Es precisamente en esos caminos donde Jesús se acerca y camina junto a nosotros. El relato de Lucas 24:13-34 nos muestra algo extraordinario: Jesús estaba físicamente presente con los discípulos, y aun así, "sus ojos estaban velados" para reconocerlo.
¿Cuántas veces habrá sucedido esto en nuestras propias vidas? ¿Cuántas veces ha estado Jesús caminando a nuestro lado, hablándonos, explicándonos Su palabra, y nosotros, como aquellos discípulos, seguimos sin reconocerlo?
Es precisamente en esos caminos donde Jesús se acerca y camina junto a nosotros. El relato de Lucas 24:13-34 nos muestra algo extraordinario: Jesús estaba físicamente presente con los discípulos, y aun así, "sus ojos estaban velados" para reconocerlo.
¿Cuántas veces habrá sucedido esto en nuestras propias vidas? ¿Cuántas veces ha estado Jesús caminando a nuestro lado, hablándonos, explicándonos Su palabra, y nosotros, como aquellos discípulos, seguimos sin reconocerlo?
La ceguera que nos limita
Benjamín usó una frase que me impactó profundamente: "La ceguera espiritual nos impide experimentar la plenitud de la presencia de Dios en nuestra vida". Esta verdad es poderosa. A veces estamos tan agobiados, cansados, o enfocados en nuestras circunstancias que perdemos la capacidad de ver lo que está justo frente a nosotros.
Estos discípulos conocían sobre Jesús. Habían visto Sus milagros. Sabían de Sus enseñanzas. Pero cuando lo tuvieron al lado, caminando junto a ellos, explicándoles las Escrituras, no lo pudieron reconocer. Y es que a veces confundimos el saber sobre Jesús con el reconocer a Jesús en nuestra vida diaria.
En mi experiencia ministerial, he notado cómo podemos caer en la trampa de estar "más embelesados en el quehacer del Señor que en el Señor del quehacer". Nos enfocamos tanto en las actividades, programas y responsabilidades que perdemos la conexión íntima con Aquel por quien hacemos todo esto.
Estos discípulos conocían sobre Jesús. Habían visto Sus milagros. Sabían de Sus enseñanzas. Pero cuando lo tuvieron al lado, caminando junto a ellos, explicándoles las Escrituras, no lo pudieron reconocer. Y es que a veces confundimos el saber sobre Jesús con el reconocer a Jesús en nuestra vida diaria.
En mi experiencia ministerial, he notado cómo podemos caer en la trampa de estar "más embelesados en el quehacer del Señor que en el Señor del quehacer". Nos enfocamos tanto en las actividades, programas y responsabilidades que perdemos la conexión íntima con Aquel por quien hacemos todo esto.
La invitación que lo cambia todo
Lo que transformó completamente el encuentro en el camino a Emaús fue una simple pero poderosa invitación: "Quédate con nosotros". Cuando los discípulos vieron que Jesús parecía querer seguir adelante, lo invitaron a quedarse. Este es un principio espiritual hermoso: Jesús respeta nuestra libertad y espera nuestra iniciativa.
A veces me pregunto cuántas bendiciones, revelaciones y momentos de intimidad hemos perdido porque no hemos hecho esa sencilla invitación: "Quédate conmigo, Señor".
No fue hasta que Jesús entró, se sentó a la mesa, tomó el pan y lo bendijo que "se les abrieron los ojos y lo reconocieron". A veces necesitamos ese momento de comunión, ese espacio de intimidad, para que nuestros ojos espirituales sean abiertos.
A veces me pregunto cuántas bendiciones, revelaciones y momentos de intimidad hemos perdido porque no hemos hecho esa sencilla invitación: "Quédate conmigo, Señor".
No fue hasta que Jesús entró, se sentó a la mesa, tomó el pan y lo bendijo que "se les abrieron los ojos y lo reconocieron". A veces necesitamos ese momento de comunión, ese espacio de intimidad, para que nuestros ojos espirituales sean abiertos.
Un corazón ardiente
Después que Jesús desapareció, ellos se dijeron uno al otro: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" Ese ardor en el corazón era una señal de Su presencia que no supieron interpretar en el momento.
Me pregunto cuántas veces nuestro corazón ha ardido mientras leemos Su Palabra, escuchamos un mensaje, o simplemente contemplamos Su creación, sin darnos cuenta que es Jesús mismo hablándonos.
Me pregunto cuántas veces nuestro corazón ha ardido mientras leemos Su Palabra, escuchamos un mensaje, o simplemente contemplamos Su creación, sin darnos cuenta que es Jesús mismo hablándonos.
Nuestra invitación para ti
Querido hermano, querida hermana que lees estas palabras hoy, te invito a hacer tuya esa oración: "Quédate conmigo, Señor". No como una frase religiosa vacía, sino como una genuina invitación desde lo profundo de tu ser.
En tu camino diario, en tus momentos de alegría y tristeza, en tus decisiones y desafíos, invita conscientemente a Jesús a quedarse contigo. Pídele que abra tus ojos para reconocerlo. Que te ayude a escuchar Su voz cuando te habla.
Como iglesia, queremos caminar juntos en esta práctica. Reconociendo que aunque a veces no lo veamos, Él siempre está ahí, explicándonos pacientemente las Escrituras, revelándose a través de Su Palabra, y esperando que lo invitemos a entrar más profundamente en nuestras vidas.
No estás solo en tu camino a Emaús. Jesús camina contigo, incluso cuando tus ojos están demasiado nublados para verlo.
En tu camino diario, en tus momentos de alegría y tristeza, en tus decisiones y desafíos, invita conscientemente a Jesús a quedarse contigo. Pídele que abra tus ojos para reconocerlo. Que te ayude a escuchar Su voz cuando te habla.
Como iglesia, queremos caminar juntos en esta práctica. Reconociendo que aunque a veces no lo veamos, Él siempre está ahí, explicándonos pacientemente las Escrituras, revelándose a través de Su Palabra, y esperando que lo invitemos a entrar más profundamente en nuestras vidas.
No estás solo en tu camino a Emaús. Jesús camina contigo, incluso cuando tus ojos están demasiado nublados para verlo.
"Entonces Jesús los guió por los escritos de Moisés y de todos los profetas, explicándoles lo que las escrituras decían acerca de él mismo." — Lucas 24:27
¿Te ha ayudado este artículo? Compártenos tu experiencia o preguntas en los comentarios.
¿Te ha ayudado este artículo? Compártenos tu experiencia o preguntas en los comentarios.
Escucha el mensaje predicado por Benjamín Padilla y descarga el app Iglesia Theopolis para obtener la guía de discusión de grupos pequeños en este >>> enlace<<<
Posted in El blog del pastor
Recent
Caminando con Jesús: Cuando no reconocemos Su presencia
May 7th, 2025
Carta Pastoral: NUEVA OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO
April 28th, 2025
El Camino Estrecho: Una Invitación a la Profundidad en un Mundo Superficial
April 28th, 2025
Carta Pastoral: Un Domingo de Nuevos Comienzos
April 24th, 2025
Levantando Nuestro Estandarte en un Mundo Distraído
April 22nd, 2025