La Morada del Espíritu Santo: Transformando Nuestro Interior en Reino

El domingo pasado, mientras celebrábamos el bautismo de nuevos creyentes, fuimos recordados de una verdad fundamental de nuestra fe: somos templos vivos del Espíritu Santo. Esta realidad, lejos de ser solo una doctrina teológica, tiene implicaciones profundas y transformadoras para nuestra vida diaria.

El Espíritu Santo actúa como un arquitecto divino en nuestras vidas, transformando nuestro corazón en una morada del Reino de Dios. Como una semilla de mostaza que crece hasta convertirse en un árbol frondoso (Mateo 13:31-32), el Reino comienza su expansión en nuestro interior para luego manifestarse en nuestra comunidad.

Esta transformación no es instantánea ni automática. Requiere nuestra participación activa y consciente. Debemos crear espacio para que el Espíritu obre libremente, evitando aquello que lo contrista:

• La amargura
• Las palabras ásperas
• Las actitudes divisivas
• Los comportamientos que no honran a Dios

¿Cómo cambia nuestra vida cuando reconocemos que somos templos del Espíritu Santo? La evidencia es clara: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio (Gálatas 5:22-23). Estos no son meros ideales a alcanzar, sino el fruto natural de una vida rendida al Espíritu.

El Espíritu Santo no es solo nuestro invitado celestial; es el arquitecto divino que transforma nuestro corazón en morada del Reino de Dios. Esta verdad nos desafía a vivir más conscientes de Su presencia, más sensibles a Su guía y más dispuestos a Su obra transformadora.

Como iglesia, celebramos ver esta transformación en acción a través de los bautismos y la vida en comunidad. Cada nuevo creyente es un testimonio vivo de que el Espíritu Santo continúa Su obra, expandiendo el Reino de Dios un corazón a la vez.

"¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y que han recibido de Dios?" - 1 Corintios 6:19