Caminando en el Espíritu: El modelo de dependencia que Jesús nos dejó

Mensaje predicado por: Eliud Morales

"¿Por qué parece haber tanta distancia entre lo que creemos y cómo vivimos?"

Esta pregunta ha resonado en mi corazón durante semanas mientras preparaba este mensaje. Como pastor, he visto esta lucha en mi propia vida y en la vida de nuestra congregación. Todos conocemos esa tensión: un día estamos sintonizados con Dios, escuchando claramente Su voz, y al siguiente, parecemos ser arrastrados por nuestras emociones y deseos.

La brecha incómoda

Seamos honestos por un momento. Existe una verdad incómoda que todos enfrentamos: a menudo hay una brecha enorme entre nuestra teología (lo que decimos creer) y nuestra realidad diaria (el testigo más honesto de nuestra vida espiritual).

El apóstol Pablo lo expresó perfectamente: "Realmente no me entiendo a mí mismo. Porque quiero hacer lo que es correcto, pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio" (Romanos 7:15).

¿Te has sentido así alguna vez? Yo sí, constantemente. Me miro al espejo y me pregunto: "¿Soy realmente diferente por ser cristiano? ¿Estoy siendo verdaderamente transformado?" Y algunos días, la respuesta sincera me asusta.

El desierto como lugar de formación

Cuando meditaba en Lucas 4:1-13, algo me resultó extraño. Jesús acababa de ser bautizado. La voz del Padre había resonado desde el cielo. El Espíritu Santo había descendido sobre Él como una paloma. Era un momento cumbre.

Y entonces, ¿a dónde lo llevó el Espíritu?

No a un retiro espiritual de cinco estrellas. No a una gira triunfal. Lo llevó directamente al desierto, a ayunar, a ser tentado, a experimentar hambre.

Esto me enseñó una verdad profunda que quiero compartir contigo: El Espíritu que nos llena es el mismo que nos lleva al desierto.

No te engañes pensando que la plenitud del Espíritu solo trae comodidad. A menudo, lo primero que hace es prepararnos para un combate espiritual.

El desierto no es cualquier lugar. Es el campo de entrenamiento divino. Es donde Dios prepara a quienes llevarán sus mensajes más importantes. Ahí es donde Israel vagó por 40 años aprendiendo a depender de Dios. Ahí es donde Juan el Bautista fue forjado antes de su ministerio. Y ahí es donde Jesús fue probado.

Los desiertos en nuestra vida existen para intensificar nuestra dependencia del Espíritu.

Hambre del Creador, no de lo creado

Después de 40 días de ayuno, Jesús experimentó un hambre física real. La tentación que enfrentó fue sutil: "Si eres el Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan."

Satanás no cuestionaba si Jesús podía convertir piedras en pan. Cuestionaba Su identidad y sugería que usara Su poder para beneficio propio.

Me impacta profundamente pensar que Jesús tenía el estómago vacío pero estaba lleno del Espíritu, mientras que nosotros vivimos con estómagos llenos y un vacío espiritual.
La estrategia más efectiva de Satanás no está en tentarnos con lo obviamente malo, sino en ofrecernos lo bueno en el momento equivocado o por el camino incorrecto.

Por eso debemos sustituir nuestra hambre por cosas creadas por el hambre del Creador. Las piedras, por más que las transformemos, nunca nutrirán como el pan de vida puede satisfacer.

No hay atajos en el camino de la cruz

En la segunda tentación, Satanás le mostró a Jesús todos los reinos del mundo y le ofreció un atajo: la gloria sin el sacrificio. Adoración por poder.

Vivimos en una cultura obsesionada con la comodidad, donde las apps nos prometen enviar cualquier cosa a nuestra puerta, donde la tecnología elimina toda fricción, donde el mensaje es "lo mejor, ahora mismo, sin esperar y sin sufrir."

Pero cuando abrimos las Escrituras, encontramos un mensaje radicalmente diferente: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame."

La verdad es que no existen atajos en el camino de la cruz si deseamos caminar en el Espíritu.

Escudriñando la Palabra, no manipulándola

En la tercera tentación, Satanás usó la Escritura misma, citando el Salmo 91. Pero lo hizo ligeramente fuera de contexto, omitiendo palabras clave.

La manipulación de la Escritura no es solo un problema del diablo, es la práctica preferida de los cristianos carnales. Usamos versículos fuera de contexto para justificar nuestra desobediencia, y luego esperamos que Dios nos rescate de las consecuencias.

Muchos usamos la gracia como excusa para continuar practicando el pecado. "Dios me perdonará," decimos, mientras planificamos deliberadamente cómo volveremos a desobedecer.

Para caminar en el Espíritu, debemos escudriñar y vivir la Palabra de Dios, no manipularla para nuestros propios fines.

Del combate a la libertad

Romanos 7 describe nuestra lucha interna, pero Romanos 8 nos muestra que esa lucha nunca fue diseñada para ser nuestra morada permanente.

"Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús. Y porque ustedes pertenecen a Él, el poder del Espíritu Santo que da vida los ha libertado del poder del pecado que lleva a la muerte" (Romanos 8:1-2).

El desierto no es el final del camino. Es donde aprendemos que nuestra mayor fortaleza no está en resistir la tentación, sino en rendirnos completamente al Espíritu que mora en nosotros.

Un paso a la vez

Recientemente retomé correr como ejercicio regular. Al principio, me conformaba con mis dos millas habituales. Era mi zona segura. Pero cuando comencé a correr con un grupo de hermanos de la iglesia, ellos me desafiaron a intentar una carrera de cinco kilómetros.

Mi estrategia fue simple pero profunda: un paso a la vez, sin prisa. Para mi asombro, terminé corriendo casi siete kilómetros, sobrepasando lo que creía posible.

Esta experiencia me enseñó que no es hasta que salimos de nuestra área de comodidad que descubrimos lo que somos capaces de soportar. Las limitaciones que nos restringen son frecuentemente las que nosotros mismos nos hemos impuesto.

Y así es con la vida espiritual. Dios no nos llama a completar toda la carrera de una vez. Solo necesitamos dar el próximo paso, y luego el siguiente. La fidelidad no se mide en kilómetros, sino en pasos consistentes de obediencia.

La invitación del Espíritu

La invitación de hoy no es forzarnos más a caminar, sino rendirnos más.
No es trabajar para Dios, sino permitir que Dios trabaje en nosotros.

No es visitar al Espíritu ocasionalmente, sino hacer morada permanente donde el Espíritu transformador de Dios habita.

¿Aceptarás esta invitación? ¿Darás el próximo paso de obediencia que Dios ya ha puesto en tu corazón?

No se trata de esfuerzos heroicos, sino de pasos pequeños, constantes y consistentes mientras dependemos del Espíritu que habita en nosotros.
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Eliud Morales