Identidad

Por: Sheila Justiniano
¿Cuál es nuestro propósito? ¿Para qué estamos aquí en la Tierra? ¿Qué será lo que Dios quiere para nuestras vidas? Estas son algunas peguntas comunes que generalmente los cristianos nos hacemos en algún momento de nuestras vidas. En mí, fue un cuestionamiento desde que decidí entregarle mi vida al Señor a los 16 años. Fue un momento especial, porque recuerdo haber tenido la sensación de ser mirada por primera vez.  Imagínense qué hermoso es sentir ser observado por Dios.  Ahora mi vida no se perdía en la multitud, sino que contaba para Él.  ¡Ahora mi vida tenía dueño! Ya no vivía para mí, sino que Cristo vivía en mí, por lo que desde ese entonces, conocer su propósito en mi vida se volvió una necesidad. Y esta debe ser también la necesidad de toda persona que anhele vivir para Dios.
Para conocer el propósito para el cual Dios nos creó, debemos comprender primeramente que hay propósitos generales para todos los creyentes y hay propósitos individuales. La Palabra afirma que fuimos creados por Dios para su gloria (Isaías 43:7) y para buenas obras (Efesios 2:10).  Por lo tanto, todo lo que hagamos debe de ir orientado a la finalidad de que Él se glorifique a sí mismo. Sin embargo, tenemos que tomar en cuenta que Él es un Dios personal, y nos ha formado como a Él le plació, escribiendo el libro de nuestras vidas (Salmos 139:13-16) y depositando en nosotros algo único.  Esto implica que, aunque fuimos creados para glorificarle, tenemos una identidad propia con la que Él quiere que le reflejemos.  Básicamente, todo lo que somos puede darle gloria a aquel que nos creó.  Pero para llegar a esto, debemos preguntarnos quiénes somos, qué es aquello que Dios depositó en nuestras vidas y qué podemos usar para su gloria.  Todo esto forma parte del principio de identidad que nos hace únicos.
Para explicar el principio de identidad, quiero referirme a un término que se usa en psicología para describir la naturaleza humana.  Según esta disciplina, el ser humano es una unidad biopsicosocio-espiritual.  Esto significa que hay cuatro áreas fundamentales que nos forman como individuos.  Estas cuatro áreas son las siguientes:
  • Biológica: indudablemente características físicas o temperamentales pudieron haberse formado por herencia o predisposición genética, las cuales fueron heredadas de nuestros padres.
  • Psicológica: somos seres con pensamientos, conductas, emociones, percepciones, deseos, anhelos, que revelan la forma de nuestro interior. 
  • Social: todos hemos sido formados a través del ambiente en que crecimos y las experiencias que hemos tenido a través de nuestra existencia.  Además, somos seres sociales que necesitamos de la interacción con otros. 
  • Espiritual: la forma en que creemos o conocemos a Dios influye en nuestra forma de ser y de ver la vida. 
Estas cuatro áreas se entrelazan de manera tal que no pueden interactuar de forma independiente.  Cuando se unen, crean una persona única y diferente al resto, porque es imposible que la combinación de estos cuatro factores (que solamente tú tienes), se repita en otra persona.  La combinación de elementos biológicos, las experiencias vividas, nuestra forma de pensar y actuar, y nuestra creencia en Dios, nos forma de una manera tal que no habrá otra persona en el mundo con la combinación perfecta de factores que solamente tú tienes.  La autenticidad es tan perfecta que lo que sea que hagas para Dios, nadie más lo podrá hacer cómo tú.  Por lo tanto, si decidieras no usar lo que tienes, se pierde para siempre.  Es de esta manera que tu lugar en el mundo cuenta de una forma especial.
Ahora toma unos minutos y reflexiona en lo que tienes en tus manos. ¿Qué Dios te ha dado? ¿Qué es aquello que rechazas de ti pero puede ser usado para la gloria de Dios? ¿Qué es aquello que usas como limitación y te impide tener la vida abundante que Dios te prometió? ¿Tu físico, familia, experiencias dolorosas? ¿Qué anhelos y deseos de servicio quizás Dios ha puesto en ti, pero los temores no han permitido que sean desarrollados?
No importa la edad que tengas o el tiempo que sientas que hayas perdido. Nunca es tarde para volver a Dios y dejar que Él te use tal como eres.
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