Cuando Nuestras Fortalezas Se Vuelven Debilidades

Mensaje predicado por: Edgar I. Castro

Hay experiencias en la vida que cambian por completo nuestra perspectiva. Para mí, una de esas experiencias sucedió en el lugar más inesperado: el consultorio del dentista.

Durante años, había vivido con lo que creía era mi "mordida normal". Cada vez que visitaba al dentista, me conformaba con los ajustes que consideraba necesarios, pero nunca cuestioné si había algo mejor. Hasta que un día, después de un procedimiento de rutina, mi nuevo dentista notó algo que yo había pasado por alto durante años.

"Hay un poco de resina sobresaliendo del trabajo anterior", me dijo. "Déjame pulirla."

Mi primera reacción fue resistirme. "No, mi mordida se siente normal", protesté. "Si se siente normal con eso ahí, no tienes que cambiar nada, ¿verdad?"

Pero él insistió gentilmente: "Creo que por ese sobrante de material tu mordida no está alineada bien."

Cuando finalmente accedí y él terminó de pulir, el alivio fue inmediato e innegable. Durante años había estado viviendo con una tensión en la mandíbula sin saberlo. Lo que yo consideraba "normal" no era realmente lo mejor para mí.

El peligro del lo "normal"

Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre algo mucho más profundo que la salud dental. ¿Cuántas veces en nuestra vida espiritual nos aferramos a lo "normal" y nos perdemos de algo mucho mejor que Dios tiene para nosotros?

El apóstol Pablo entendía este principio de una manera única. En 2 Corintios 12:7-10, él nos comparte una verdad revolucionaria: "Mi poder se perfecciona en la debilidad." Pablo había pedido tres veces que Dios removiera su "aguijón en la carne", pero Dios le respondió: "Bástate mi gracia."

Pablo pensaba que tenía un "normal" - una manera mejor de hacer las cosas sin esa debilidad. Pero Dios le estaba diciendo: "Yo veo tu método, pero créeme que el mío es mejor. Cuando tú eres débil, prepárate que ahí es donde vas a ver los fuegos artificiales."

Dos trampas peligrosas

En nuestra jornada de fe, podemos caer en dos trampas igualmente peligrosas:

1. La Trampa de la Falta de Experiencia
Piensa en Moisés. Dios se le apareció en una zarza ardiente, le mostró milagros sobrenaturales, y le encomendó liberar a Israel de Egipto. La respuesta de Moisés fue: "Ay, Señor, nunca he sido hombre de fácil palabra... soy tardo en el habla y torpe de lengua."
¿Te suena familiar? Cuántas veces hemos dicho: "No, yo no sé hacer eso. No sé cantar, no sé hablar en público, no me atrevo a dar una clase bíblica porque ni siquiera he leído toda la Biblia."
Moisés se enfocó en sus limitaciones en lugar de en el poder de Dios que iba con él. Gedeón hizo lo mismo cuando Dios le dijo que liberaría a Israel de los madianitas: "¿Con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre."

2. La Trampa de la Experiencia
Pero existe una trampa igual de peligrosa del otro lado. Consideremos a Aarón, el hermano elocuente de Moisés, el que "sabía hablar". Cuando el pueblo se impacientó esperando el regreso de Moisés del monte Sinaí, fueron a Aarón y le dijeron: "Haznos dioses que vayan delante de nosotros."

¿Y qué hizo el gran comunicador, el portavoz designado? Sin protesta alguna, les dijo: "Apartad los zarcillos de oro... y traédmelos." Inmediatamente construyó un becerro de oro.

El más cualificado, el que tenía el talento, el que sabía hablar, cayó en el momento crucial porque confió más en su habilidad que en su dependencia de Dios.

Cuando Dios nos saca de nuestra comodidad

Puedo hablar de esto desde mi propia experiencia. Recuerdo una ocasión cuando era más joven en el ministerio. Varias personas me habían elogiado por mi manera de predicar, y un miércoles decidí "superarme". Preparé un elaborado slideshow, busqué temas de ciencia, me preparé como nunca antes... y di el mensaje más aburrido y de peor recepción de mi vida.

Esa noche aprendí una lección invaluable: cuando tomé el lugar de privilegio que el Señor me había dado y lo usé para glorificarme a mí mismo en lugar de a Él, el resultado fue un fracaso total. Me di cuenta de que no importa cuánto pueda hablar al frente, si el Espíritu no está conmigo, mi cualificación es cero.

El propósito divino detrás de nuestras limitaciones

¿Te has preguntado por qué Dios elige usar a personas "no cualificadas"?

Imagínate si Dios le hubiera dado a Moisés un ejército de 5 millones de soldados para conquistar Egipto. La historia sería: "Un ejército grande conquistó un ejército chiquito." ¿Dónde estaría Dios en esa narrativa?

Pero cuando un hombre con una vara en el desierto va al imperio más poderoso del mundo y le dice a Faraón "suelta a tus esclavos", y eso resulta en que Egipto pase por tal tribulación que los egipcios les regalan cosas a sus esclavos para sacarlos del país... no hay duda de que fue Dios quien hizo la diferencia.

Dios escoge deliberadamente a la persona menos cualificada para vencer a los más cualificados. ¿Por qué? Para que quede fuera de toda duda razonable que fue Él quien obró.

La clave del servicio efectivo

Aquí está el pensamiento clave que quiero que te lleves hoy: Venir a Dios con fortaleza es totalmente innecesario. Si Dios te quiere utilizar en un área donde no tienes talento, la única cualificación que necesitas es que Él esté detrás de ti.

Pero hay otra cara de esta moneda: Nuestras mayores fortalezas pueden convertirse en nuestras mayores debilidades cuando sustituyen nuestra dependencia del Espíritu Santo.

No está mal que tengas talentos - Dios te los dio. Pero si llegas al punto donde piensas que estás tan cualificado que no lo necesitas, estás en territorio peligroso.

Una invitación personal

El Espíritu Santo tiene una costumbre particular: nos saca de nuestra zona de confort y luego nos llama al servicio. ¿Por qué? Porque solamente fuera de nuestra zona de confort vamos a necesitar depender de Él totalmente.

Si en tu vida estás demasiado cómodo en cómo estás sirviendo, corres el gran riesgo de pensar que lo estás haciendo tú y no Él. Pero si sientes que Dios te está llamando a un área donde no te sientes naturalmente dotado, esas pueden ser buenas noticias.

Cuando Dios te llama a un ministerio, no es porque eres la pieza clave sin la cual Él no puede hacer nada. Dios puede hacerlo sin nosotros. Pero cuando te pone en un ministerio, es porque sabe que ahí vas a crecer, vas a ser bendecido, te vas a acercar un poquito más a Él.

El mensaje final

Como Jesús lo dijo en Juan 15:5: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer."

No es "algo" podéis hacer. No es "si estás cualificado lo podrás hacer". Es simple: el que permanece en Él lleva mucho fruto, porque separados de Él no podemos hacer nada.

¿Cómo vas a responder a este llamado?

Si te encuentras sirviendo solo desde tu zona de confort, te invito a pedirle al Señor que te revele que se trata de Él y no de ti, y que Su gracia es suficiente.

Si dudas de ser el indicado para servir en algún ministerio, quiero que sepas que se trata de Dios y no se trata de ti, y que Su gracia es suficiente.

Y si estás pasando por una tribulación que te desconecta del servicio, tengo buenas noticias: no se trata de ti, se trata de Él, y cuando le sirvas, Su gracia va a ser suficiente.

Porque después de todo, servir a Dios no es un juego de porcentajes. Servir a Dios se trata de un sí o un no. Y cuando ese sí viene desde un corazón que depende completamente del Espíritu Santo, ahí es donde Dios se luce.
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Eliud Morales