El Arte del Discipulado: Un Llamado Para Todos

Mensaje por: Miguel X. Vargas
"Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones..." - Mateo 28:19
Hace poco, mientras meditaba sobre el tema del discipulado, una imagen vino a mi mente: Andrés y Carla sentados en el mismo café, sin conocerse, pero con vidas profundamente conectadas por una cadena invisible de influencia espiritual.
Carla había sido un ejemplo de fe para su amiga Liz durante sus años universitarios. Liz, transformada por esa influencia, compartió su fe con Jorge, quien estaba marcado por el dolor tras un accidente. Jorge, encontrando sanidad en Cristo, se convirtió en conferencista y tocó la vida de Mario, quien era un esposo y padre ausente. Mario, restaurado por el evangelio, comenzó a mentorear a Andrés, un joven sin figura paterna que estaba tomando decisiones destructivas.
Lo que Andrés nunca supo es que su transformación comenzó años atrás, con una joven llamada Carla que decidió vivir fielmente para Jesús en su campus universitario.
Esta historia ilustra una verdad poderosa: el discipulado es como una cadena de vida que se extiende más allá de lo que podemos ver. Cada eslabón importa. Cada relación cuenta. Cada momento de inversión en la vida de otra persona puede tener repercusiones eternas.
Carla había sido un ejemplo de fe para su amiga Liz durante sus años universitarios. Liz, transformada por esa influencia, compartió su fe con Jorge, quien estaba marcado por el dolor tras un accidente. Jorge, encontrando sanidad en Cristo, se convirtió en conferencista y tocó la vida de Mario, quien era un esposo y padre ausente. Mario, restaurado por el evangelio, comenzó a mentorear a Andrés, un joven sin figura paterna que estaba tomando decisiones destructivas.
Lo que Andrés nunca supo es que su transformación comenzó años atrás, con una joven llamada Carla que decidió vivir fielmente para Jesús en su campus universitario.
Esta historia ilustra una verdad poderosa: el discipulado es como una cadena de vida que se extiende más allá de lo que podemos ver. Cada eslabón importa. Cada relación cuenta. Cada momento de inversión en la vida de otra persona puede tener repercusiones eternas.
El discipulado no es lo que creemos
Si te soy sincero, a veces cuando escuchamos la palabra "discipulado", nuestra mente inmediatamente va a programas, clases y materiales. O peor aún, pensamos: "Eso no es para mí, es para pastores y líderes."
Permíteme decirte algo liberador: el discipulado no es un programa de la iglesia ni está reservado para "expertos espirituales". Es el corazón del evangelio, la estrategia de Jesús para transformar el mundo, y es para ti y para mí.
El discipulado es simplemente esto: invertir nuestra vida en otros, enseñándoles las verdades de la Palabra para que puedan amar más a Jesús y vivir como Él vivió.
Dallas Willard, en su libro "La Gran Omisión", señala algo preocupante: muchas veces la iglesia se ha enfocado en actividades como evangelización, culto y acciones sociales, pero ha relegado a un segundo plano la formación de discípulos. Hemos caído en lo que él llama "la gran omisión" – concentrarnos tanto en que las personas "acepten a Jesús" que nos olvidamos de enseñarles a "seguir a Jesús".
Permíteme decirte algo liberador: el discipulado no es un programa de la iglesia ni está reservado para "expertos espirituales". Es el corazón del evangelio, la estrategia de Jesús para transformar el mundo, y es para ti y para mí.
El discipulado es simplemente esto: invertir nuestra vida en otros, enseñándoles las verdades de la Palabra para que puedan amar más a Jesús y vivir como Él vivió.
Dallas Willard, en su libro "La Gran Omisión", señala algo preocupante: muchas veces la iglesia se ha enfocado en actividades como evangelización, culto y acciones sociales, pero ha relegado a un segundo plano la formación de discípulos. Hemos caído en lo que él llama "la gran omisión" – concentrarnos tanto en que las personas "acepten a Jesús" que nos olvidamos de enseñarles a "seguir a Jesús".
Ser discípulo antes de hacer discípulos
Antes de pensar en "cómo discipular a alguien", hay algo fundamental que debemos entender: ser discípulo viene antes que hacer discípulos.
A veces creemos que el discipulado es solo algo que hacemos con otras personas, pero en realidad comienza con lo que Jesús ya hizo por nosotros. No podemos llevar a otros donde nosotros mismos no hemos ido.
Ser un aprendiz de Jesús no es aprender de Él de vez en cuando; es un estilo de vida en el que seguimos sus pasos, aprendemos a pensar, sentir y actuar como Él. Y eso no sucede en aislamiento - es un viaje en comunidad, donde crecemos juntos y nos ayudamos mutuamente a caminar más cerca de Jesús.
A veces creemos que el discipulado es solo algo que hacemos con otras personas, pero en realidad comienza con lo que Jesús ya hizo por nosotros. No podemos llevar a otros donde nosotros mismos no hemos ido.
Ser un aprendiz de Jesús no es aprender de Él de vez en cuando; es un estilo de vida en el que seguimos sus pasos, aprendemos a pensar, sentir y actuar como Él. Y eso no sucede en aislamiento - es un viaje en comunidad, donde crecemos juntos y nos ayudamos mutuamente a caminar más cerca de Jesús.
El amor y la obediencia como motivaciones
El discipulado debe fluir de dos motivaciones principales: el amor y la obediencia.
Cuando hablo de amor, no me refiero principalmente al amor que sentimos por quienes discipulamos o al amor que ellos sienten por nosotros. Ese amor, aunque valioso, estaría centrado en nosotros mismos. El verdadero amor que debe impulsarnos es el amor que Cristo nos mostró y nuestro amor hacia Él. Discipulamos porque "Él nos amó primero" (1 Juan 4:19).
La segunda motivación es la obediencia. Jesús dijo: "Si me aman, obedecerán mis mandamientos" (Juan 14:15). El mandato de hacer discípulos no fue una sugerencia; fue una comisión para todos los que seguimos a Cristo.
Cuando hablo de amor, no me refiero principalmente al amor que sentimos por quienes discipulamos o al amor que ellos sienten por nosotros. Ese amor, aunque valioso, estaría centrado en nosotros mismos. El verdadero amor que debe impulsarnos es el amor que Cristo nos mostró y nuestro amor hacia Él. Discipulamos porque "Él nos amó primero" (1 Juan 4:19).
La segunda motivación es la obediencia. Jesús dijo: "Si me aman, obedecerán mis mandamientos" (Juan 14:15). El mandato de hacer discípulos no fue una sugerencia; fue una comisión para todos los que seguimos a Cristo.
Jesús nos busca, nosotros también buscamos
Si queremos discipular como Jesús, tenemos que mirar cómo Él se relacionaba con las personas:
1. Jesús escucha, nosotros escuchamos.
Jesús no solo hablaba, también sabía escuchar. Él atendía las necesidades de las personas y se tomaba el tiempo para oírlas. ¿Cómo podemos discipular sin aprender a escuchar?
A veces, el mejor discipulado ocurre en un café, cuando simplemente prestamos atención a alguien que necesita ser escuchado.
2. Jesús sabe que Él es central, nosotros lo ponemos en el centro.
Cuando Jesús llamó a los discípulos, no les dio un manual de reglas, sino que los invitó a estar con Él. "Ven y sígueme" fue su llamado.
En el discipulado, nuestra meta no es hacer que otros se parezcan a nosotros, sino ayudarlos a estar con Jesús, a conocerlo más y a ser transformados a Su imagen.
3. Jesús mira el corazón, nosotros apuntamos al corazón.
Jesús no solo veía lo externo, Él iba directo a lo más profundo de las personas.
En el discipulado, no basta con corregir comportamientos o dar consejos superficiales. Se trata de ayudar a otros a examinar su corazón y entender qué es lo que realmente los mueve.
4. Jesús no ignora el pecado, nosotros tampoco lo ignoramos.
Jesús amaba a las personas, pero también hablaba la verdad sin miedo. No lo hacía para condenar, sino para restaurar.
En el discipulado, tenemos que aprender a confrontar con amor, guiando a nuestros hermanos hacia una vida que refleje a Cristo.
5. Jesús es personal, nosotros buscamos ser cercanos.
Jesús comía con pecadores, compartía con la gente y hacía espacio en su vida para ellos. Por eso creemos que la práctica de la mesa es necesaria.
El discipulado no se trata solo de reuniones o estudios bíblicos, sino de abrir nuestro corazón y nuestras vidas para caminar juntos en la fe.
1. Jesús escucha, nosotros escuchamos.
Jesús no solo hablaba, también sabía escuchar. Él atendía las necesidades de las personas y se tomaba el tiempo para oírlas. ¿Cómo podemos discipular sin aprender a escuchar?
A veces, el mejor discipulado ocurre en un café, cuando simplemente prestamos atención a alguien que necesita ser escuchado.
2. Jesús sabe que Él es central, nosotros lo ponemos en el centro.
Cuando Jesús llamó a los discípulos, no les dio un manual de reglas, sino que los invitó a estar con Él. "Ven y sígueme" fue su llamado.
En el discipulado, nuestra meta no es hacer que otros se parezcan a nosotros, sino ayudarlos a estar con Jesús, a conocerlo más y a ser transformados a Su imagen.
3. Jesús mira el corazón, nosotros apuntamos al corazón.
Jesús no solo veía lo externo, Él iba directo a lo más profundo de las personas.
En el discipulado, no basta con corregir comportamientos o dar consejos superficiales. Se trata de ayudar a otros a examinar su corazón y entender qué es lo que realmente los mueve.
4. Jesús no ignora el pecado, nosotros tampoco lo ignoramos.
Jesús amaba a las personas, pero también hablaba la verdad sin miedo. No lo hacía para condenar, sino para restaurar.
En el discipulado, tenemos que aprender a confrontar con amor, guiando a nuestros hermanos hacia una vida que refleje a Cristo.
5. Jesús es personal, nosotros buscamos ser cercanos.
Jesús comía con pecadores, compartía con la gente y hacía espacio en su vida para ellos. Por eso creemos que la práctica de la mesa es necesaria.
El discipulado no se trata solo de reuniones o estudios bíblicos, sino de abrir nuestro corazón y nuestras vidas para caminar juntos en la fe.
Venciendo la enfermedad de la prisa
Una de las grandes barreras para el discipulado en nuestra cultura es lo que podríamos llamar "la enfermedad de la prisa". Queremos resultados rápidos y nos frustramos cuando el crecimiento espiritual toma tiempo.
Nuestras prisas internas (demostrar nuestro valor, alcanzar metas personales, evitar la incomodidad, tener control) y nuestras prisas espirituales ("hacer más para Dios", ver resultados inmediatos) nos alejan del ritmo paciente del discipulado.
El discipulado implica una transformación radical que afecta todas las áreas de nuestra vida. Este proceso no es fácil ni rápido, pero es necesario si realmente queremos vivir como aprendices de Jesús.
Nuestras prisas internas (demostrar nuestro valor, alcanzar metas personales, evitar la incomodidad, tener control) y nuestras prisas espirituales ("hacer más para Dios", ver resultados inmediatos) nos alejan del ritmo paciente del discipulado.
El discipulado implica una transformación radical que afecta todas las áreas de nuestra vida. Este proceso no es fácil ni rápido, pero es necesario si realmente queremos vivir como aprendices de Jesús.
Un desafío y una promesa
Permíteme concluir con un desafío y una promesa.
El desafío es este: mira a tu alrededor. ¿Quién en tu vida necesita apoyo en su caminar con Jesús? ¿A quién ves luchando en su fe? ¿Quién necesita alguien que lo anime y lo guíe?
Muchas veces no se trata de encontrar a alguien nuevo, sino de ver con los ojos de Jesús a quienes ya están en nuestro círculo.
Y aquí está la promesa, en palabras de Patricia Namnún: "Podemos discipular porque Aquel que tiene toda autoridad nos llama a hacerlo y porque Aquel de quien enseñamos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo."
Que seamos una iglesia que entienda el arte del discipulado, que valore la transformación profunda sobre el crecimiento superficial, y que se comprometa a vivir y multiplicar la vida de Cristo, una relación a la vez.
El desafío es este: mira a tu alrededor. ¿Quién en tu vida necesita apoyo en su caminar con Jesús? ¿A quién ves luchando en su fe? ¿Quién necesita alguien que lo anime y lo guíe?
Muchas veces no se trata de encontrar a alguien nuevo, sino de ver con los ojos de Jesús a quienes ya están en nuestro círculo.
Y aquí está la promesa, en palabras de Patricia Namnún: "Podemos discipular porque Aquel que tiene toda autoridad nos llama a hacerlo y porque Aquel de quien enseñamos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo."
Que seamos una iglesia que entienda el arte del discipulado, que valore la transformación profunda sobre el crecimiento superficial, y que se comprometa a vivir y multiplicar la vida de Cristo, una relación a la vez.
Que el Espíritu Santo nos ayude a remover estos obstáculos y a experimentar el poder transformador del Reino de Dios en toda su plenitud, aquí y ahora.
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