Sanidad para el Alma: El Diagnóstico que lo Cambia Todo

Por Pastor Eliud Morales | Iglesia Theopolis

Hace unos años comencé a perder mi capacidad de hablar. Imagínense un pastor que no puede hablar. Fui donde un especialista de la garganta esperando que me dijera: "Eso es algo bien sencillo, te tomas estas pastillas y ya". Pero cuando me dio el diagnóstico, todo cambió.

Disfonía por tensión muscular.

Lo más confrontador fue cuando me dijo: "Pastor, esto se desarrolló debido a su manejo inadecuado del estrés y la ansiedad." Ahí mismo, sentado en aquella oficina, me di cuenta que mi vida no volvería a ser igual. No solo tendría que ajustar mi manera de hablar y predicar, sino que tendría que enfrentar una realidad que había estado evitando: había algo operando en mi interior que no podía controlar con mi fuerza, voluntad o conocimiento bíblico.

Fue en ese momento donde dejé de ser el pastor Eliud, el pastor que lo tenía todo bajo control, y me convertí simplemente en Sami, en Samito, un ser humano vulnerable que necesitaba ayuda desesperadamente.

Y quiero que me escuches bien: hay momentos en la vida donde el diagnóstico correcto lo cambia absolutamente todo.

El Médico del Alma

En Marcos 2, vemos a Jesús junto al lago enseñando a las multitudes cuando se detiene y ve a Levi, un cobrador de impuestos. En aquellos tiempos, estos hombres no eran como los empleados de Hacienda de hoy (aunque ya para algunos eso es suficientemente traumático). No, estos tipos eran peor. Eran traidores de profesión que cobraban impuestos para Roma y se enriquecían robándole a su propia gente.

Levi era el tipo de persona que cuando caminaba por la calle, la gente cruzaba al otro lado para no encontrarse con él. Era el que no recibía invitaciones, el que no podía entrar al templo, el que sus propios familiares habían borrado del árbol genealógico.

Pero Jesús lo mira, no con desprecio, no con lástima, sino con amor radical. Y le dice esas palabras que cambian destinos por completo: "Sígueme."

Lo increíble es que Levi se levanta inmediatamente y lo sigue sin preguntas, sin condiciones, sin decir "déjame arreglar mi vida primero." Y luego hace algo aún más sorprendente: invita a Jesús a cenar con todos sus amigos pecadores.

El diagnóstico revolucionario

Cuando los fariseos ven esto, se escandalizan completamente: "¿Por qué come con semejante escoria?" En el griego original, la palabra es aún más fuerte: básicamente "¿Por qué come con esa basura humana?"

Para estos expertos religiosos, el pecado era principalmente algo externo: acciones específicas que debían recibir perdón. Operaban bajo una teología de comportamiento: si seguían las reglas correctas, hacían las cosas correctas y se mantenían alejados de las personas incorrectas, automáticamente estarían bien con Dios.

En el mundo de los fariseos, la santidad se medía por la distancia. Mientras más lejos estuvieras del pecado y de los pecadores, más cerca estabas de Dios.

Pero entonces Jesús habla y con una frase revoluciona completamente nuestra comprensión del pecado y la salvación:
"La gente sana no necesita médico; los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores."

Aquí encontramos el diagnóstico más radical en toda la historia de la humanidad sobre la naturaleza del pecado. Jesús no vino como un maestro de comportamiento, sino que se presenta como un médico del alma.
¿Cuál es la diferencia? Un maestro te dice qué hacer para mejorar tu conducta. Pero un médico te diagnostica qué tienes en tu interior y te ofrece sanidad desde adentro hacia afuera.

La diferencia entres el pecado y los pecados

Durante años, la mayoría de nosotros hemos crecido pensando que nuestro problema con Dios son los pecados: las cosas malas que hacemos. Mentimos, nos enojamos, codiciamos, juzgamos. Y nuestra respuesta natural es: "Tengo que dejar de hacer esto. Tengo que portarme mejor. Tengo que tener más fuerza de voluntad."

Pero Jesús nos está diciendo algo revolucionario: tu problema real no son los pecados que cometes, sino el pecado que opera dentro de ti como un poder.

Los pecados son solo los síntomas. El pecado es la enfermedad mortal.
Como mi experiencia con la voz: durante años luché con los síntomas, pero no fue hasta que el doctor me ayudó a entender que había un poder operante detrás de todos esos síntomas que pude comenzar a experimentar verdadera sanidad.

El pecado no es solo algo que hacemos. Es un poder mortal que opera en lo más profundo de nuestro ser. No es simplemente un problema de comportamiento que se arregla con más esfuerzo. Es una condición terminal del alma que requiere intervención divina.

Dos versiones del Evangelio

Existe una versión del evangelio donde el pecado se vence modificando tu conducta, estableciendo más reglas para mantenerlo bajo control y manteniéndote separado de todo lo que te pueda contaminar. Es el evangelio de "portarse bien", de "esforzarse más", de "mantenerse puro".

Pero la versión de Jesús del evangelio es radicalmente diferente: el pecado no es una conducta que debes mantener bajo control. Es una enfermedad mortal del alma que solo Jesús puede sanar.

Una vez que entendemos esta diferencia, podemos comenzar a ver una verdad que puede cambiar completamente nuestra perspectiva sobre la vida cristiana: la iglesia no es un club de personas moralmente superiores. Es un hospital de almas que han reconocido su enfermedad terminal y han venido al único médico que puede salvarlas.

Si predicamos la versión del evangelio de modificar la conducta, atraeremos a personas que creen que pueden arreglarse a sí mismas. Pero si predicamos la versión del evangelio de Jesús, atraeremos exactamente a la gente que Jesús atrajo: a los quebrantados que saben que necesitan un médico.

Cuatro herramientas para la sanidad del alma

1. Distinguir entre pecado y pecados
Reconocer que el problema real no son las acciones sino el poder operante. Necesitamos pasar de operar bajo el dominio del pecado al dominio de Cristo.

2. Prestar atención a los síntomas
Los síntomas del alma siempre van a revelar quién está realmente en el trono de tu corazón. No se trata de si experimentas estas luchas, sino cuál es el patrón dominante en tu vida y a quién acudes cuando las enfrentas.

3. Venir a la mesa tal como eres
Lo que me llama la atención es que Levi no esperó arreglarse para invitar a Jesús a cenar. La mesa de Jesús no es para los que ya están sanos, sino para los que reconocen su necesidad de sanidad.

4. Confiar en el proceso de sanidad
La sanidad del alma no es un evento de una vez. Ha sido un proceso que me ha durado toda la vida. Jesús nos sana desde adentro hacia afuera, en comunidad, a través de un proceso que requiere nuestra participación activa.

La santidad verdadera

Cuando el apóstol Pedro escribe "sean santos en todo lo que hagan", no está diciendo "sean santos para que Dios los elija". Está diciendo "sean santos porque Dios ya los eligió."

La santidad no es la causa de nuestra relación con Dios. Es la consecuencia de que Él ya nos sanó y nos eligió.

Como mi experiencia con la voz: cuando entendí que mi problema era causado por la ansiedad, busqué sanidad estableciendo espacios de gracia donde me hago disponible al Espíritu Santo. Mientras más descanso en el Espíritu, más sanidad recibo. Y mientras más sanidad recibo, más natural se vuelve hablar con claridad.

La santidad bíblica no es la modificación de comportamiento a través del esfuerzo, sino la transformación del corazón a través de la sanidad divina que solo encontramos en Jesús.

Una comunidad de sanidad

Theopolis no es una comunidad de personas perfectas tratando de mantenerse perfectas. Somos una comunidad de enfermos que hemos reconocido nuestra desesperada necesidad de sanidad del gran médico y nos hemos formado alrededor de su mesa.
Y
o no estoy aquí como pastor porque tengo todo resuelto. Estoy aquí porque soy el primer enfermo que reconoce su necesidad desesperada de sanidad. Y cuando venimos a la mesa como somos, con nuestras luchas, adicciones, fracasos y preguntas, encontramos una comunidad de otros enfermos del alma que también están siendo sanados por el mismo médico.

El llamado

Hay momentos en la vida donde el diagnóstico correcto lo cambia absolutamente todo. Hoy Jesús nos da el diagnóstico sobre la condición de nuestras almas que puede transformar completamente nuestra perspectiva de nosotros mismos, sobre Dios y sobre lo que realmente significa vivir en comunidad auténtica.

¿En qué área de tu vida has estado actuando como un fariseo, confiando en tu comportamiento en lugar de buscar sanidad? ¿Qué máscara necesitas quitarte para venir auténticamente a la mesa de Jesús? ¿A quién necesitas invitar a experimentar la gracia que has recibido?

No vinimos a Jesús porque éramos buenos, vinimos porque estábamos enfermos. Y esa sigue siendo la única razón por la que permanecemos. La mesa de Jesús siempre tiene un espacio para transformar y sanar a un enfermo más.
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Recuerda: la transformación genuina no ocurre solamente los domingos. Ocurre en los días entre domingo y domingo.
 

Eliud Morales